sábado, 12 de octubre de 2013

El Museo del Fútbol de Sao Paulo se engalana en un Brasil ansioso de Mundial

La camiseta de Pelé en la final de la copa del Mundo de 1970, un balón hecho a base de papel e hilo o unas botas que más se asemejan a unos zapatos de claqué que a las que hoy usan Messi o Cristiano son algunas de las curiosidades que el Museo del Fútbol de Sao Paulo ofrece al amante del deporte rey.
Situado en el Estadio Pacaembu que se turnan los equipos paulistas para jugar de local, con 6.900 metros cuadrados, el museo recibe al visitante que al entrar avista el verde del terreno de juego al que se accede por el pasillo de las aficiones, conocidas en Brasil como las "torcidas".
El museo dedica varios espacios a las aficiones de fútbol profesional y amateur, dos disciplinas igual de importantes y complementarias para sus visitantes, que ansían que la pelota del mundial de 2014 comience a rodar.
"El fútbol base es imprescindible en este museo, de ahí salen las futuras estrellas, Neymar salió de un campo de tierra donde jugaba con los niños del barrio", cuenta a Efe Ricardo Silva, visitante del Museo, "y mira ahora donde está, es la estrella del momento", continúa.
Para Silva es un "orgullo" que los equipos de fútbol amateur aparezcan en la base de datos virtual que el Museo inauguró la pasada semana "porque -según explica- el fútbol es para Brasil la oportunidad de ser alguien en la vida, todos los grandes jugadores brasileños empezaron desde abajo".
La primera parte de la segunda planta del museo corresponde a los pequeños del fútbol, los niños, quienes con gomas de borrar, piedras y papeles hechos circunferencia, expuestos también en el museo, ya tienen el único instrumento necesario para la práctica del fútbol: el balón.
Después, decenas de pantallas de televisión organizadas en torres escenifican cada año de Copa del Mundo en su contexto social, cultural y político del momento, e introducen al visitante en los momentos más épicos del deporte rey: los goles de Maradona, las asistencias de Zidane, las paradas de Oliver Kahn...
Y tras el pasillo que separa la sala audiovisual de la zona de juegos donde futbolines esperan a grandes y pequeños, los versos del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade añaden aún más literatura al lugar: "¿Al fútbol se juega en el estadio? Al fútbol se juega en la playa, al fútbol se juega en la calle, al fútbol se juega en el alma".
Con el regalo poético de Drummond, uno sigue caminando entre las leyendas del deporte más popular en este país de casi 200 millones de personas, que entran en éxtasis cada vez que el sonido del silbato del árbitro permite dar rienda suelta a la alegría.
"El fútbol triunfó en los brasileños cuando los ingleses lo introdujeron a comienzos del siglo XX", explica a Efe Antonio Domingos, coleccionista de libros de fútbol que ha ayudado a aumentar el acervo bibliotecario del museo.
Para Domingos la razón fundamental de esta "pasión" por el fútbol es que "con cualquier cosa ya tienes hecha una pelota, es un deporte fácil, que te agarra enseguida".
"Los ingleses lo trajeron y al pueblo le gustó", asegura.
Pese a todo, no solo hay pasión en este museo del fútbol que ha recibido más de 1.700.000 visitas en sus cinco años de vida, una media de entre 1.000 y 1.500 diarios. También los hay quienes vienen a estudiar a este templo, a ver las jugadas técnicas y entrenadas de los profesionales.
Con este propósito, unas redes en forma de balón acogen al que quiera ver en pantalla los movimientos de porteros, laterales, defensas, mediocentros, líberos y delanteros, así como los goles históricos que se quedaron en la retina de los aficionados.
También el sentido de la audición está presente en el museo, las narraciones radiofónicas recuerdan los mundiales de las últimas décadas, las jugadas se abren en el silencio a través de las voces de los locutores brasileños Ary Barroso, Antonio Cordeiro o Armando Pamplona.
Y siguiendo con el sonido, la sala de la "exaltación" exhibe himnos, gritos y canciones de las aficiones que, reproducidas desde diferentes puntos del espacio, acompañan a las banderas, luces, colores y textos que decoran las paredes para trasmitir la emoción sentida por los propios jugadores dentro del campo.
Sonidos e imágenes, goles y aficiones, jugadores y gloria: en el Museo del Fútbol de Sao Paulo se empeñan en hacer de este deporte una religión internacional, que agrupe a todos, que les aliente a cantar en el estadio para sentir la misma pasión que los brasileños profesan al balón. EFE

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