Regresan para no volver. Didier Drogba y Nicolas Anelka han aprovechado el parón en la Super League china para replantearse su aventura en el gigante asiático y volver a disfrutar de la competición a su más alto nivel y del fútbol en estado puro.
Tras la polémica incorporación del marfileño al Galatasaray –el Shanghai Shenhua se ha apresurado en asegurar que el ex del Chelsea continúa bajo contrato y que, por ello, su marcha es “una violación contractual”, Anelka aterrizó este viernes en la Juventus en calidad, eso sí, de cedido. Aunque el club piamontés se reserva la opción de contar con él una temporada más. Mientras tanto, otras estrellas como el argentino Darío Conca o el paraguayo Lucas Barrios también están a punto de seguir sus pasos.
Desde su llegada hace justo un año, también al Shanghai Shenhua –con el que apenas pudo ser noveno la pasada temporada, el exmadridista ha pasado de ser visto como un salvador (y hasta ocupar el rol de entrenador-jugador interino tras la destitución de su compatriota Jean Tigana) a ser tildado como uno de los responsables de la decepcionante andadura de su equipo. Si a ello se une la desmotivación del futbolista al disputar un torneo menor y, sobre todo, las constantes crisis institucionales que se han traducido en el impago de varias mensualidades –el sueldo semanal del francés asciende hasta los 195.000 euros, por los 230.000 de Drogba, el resultado es un deseo que comienza a resultar común entre las grandes estrellas del fútbol chino: el de hacer las maletas.
Corrupción, desigualdades y desestructuración
Más allá de los sonados casos de corrupción que vienen sacudiendo al fútbol chino desde 2009 –con el encarcelamiento, primero, del árbitro más popular del país y hace unos meses de dos de los máximos dirigentes de la liga por amaño de partidos y corrupción- la desestructuración del fútbol chino sigue siendo un hecho consumado. El presidente de su Federación (CFA), Wei Di, dimitió a mediados de enero tras un problema relacionado con los emolumentos del seleccionador del país, el español José Antonio Camacho, y por los malos resultados de la selección, eliminada ya de la clasificación para Brasil-2014.
Mientras que en lo que atañe a la Super League, y atendiendo a las cifras de asistencia media a los partidos, el intento de los clubes por atraer al público local con grandes estrellas internacionales ha acabado resultando un fracaso.La llegada de cracks mundiales como los citados Drogba y Anelka (Shanghai Shenhua), Barrios y Conca (Guangzhou Evergrande), el exbarcelonista Seydou Keita (Dalian Aerbin) o el exsevillista Fréderic Kanouté (Beijing Guoan) apenas se ha traducido en un aumento de solo 4.000 espectadores en la media anual en las dos últimas temporadas, que en este 2012 se ha situado en 18.740 aficionados por partido. Audiencias poco considerables, teniendo en cuenta los mareantes salarios de los futbolistas internacionales, que contrastan con el sueldo de una estrella local, que apenas puede cobrar unos 80.000 euros anuales. Menos de la mitad de lo que ganan sus compañeros de equipo en una semana.
Fichajes y favores
El fútbol pues importa bien poco. Simplemente es el telón de fondo para que los millonarios dirigentes de los clubes –como el amigo de Florentino Pérez, Xu Jiayin- logren atraer la atención del Gobierno para conseguir jugosas recompensas en forma de contratos o ascensos. O para que sus consorcios se vean favorecidos en los parqués.
"Simplemente esperan poder sacar beneficios financieros. Este sistema, el de las estrellas, no funciona. Es una vieja historia y nadie puede dar un ejemplo de algún sitio donde haya funcionado antes", explicó en declaraciones a la agencia AFP, Tom Byer, un técnico estadounidense fichado por la CFA para supervisar la formación de jóvenes futbolistas chinos. Una labor más que difícil puesto que, tal y como ocurrió en el sector inmobiliario, y a pesar del apoyo de firmas como IMG, Toshiba o Nike, el pinchazo de otra burbuja, la futbolística, en China también es un hecho.
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