Mario Cizmek es un futbolista condenado a prisión por amañar partidos en la primera división del fútbol croata en 2010. El exjugador ha dado las siete claves para arreglar un encuentro con éxito en el juicio que se se celebró contra él y también ha hablado con periodistas de Associated Press.
1. El portero es la clave. "Sin él, no hay amaño posible", explica Cizmek. Cuando una vez el meta de su equipo se negó a colaborar, el exfutbolista devolvió el dinero que había recibido y suspendió el trato.
2. No todos ganan lo mismo. No todos los jugadores involucrados en el amaño reciben la misma compensación. El portero es quien recibe más dinero (a veces el doble que el resto) porque es quien más puede incidir en el resultado y quien más se arriesga a quedar en evidencia. Los defensas, a su vez, cobran más que los centrocampistas. Los delanteros, generalmente, no se llevan nada.
3. La elección de los cómplices. Los encargados de amañar partidos analizan cuidadosamente al equipo y deciden qué jugadores pueden ser más proclives a venderse. Los jóvenes generalmente se conforman con menos dinero y son más fáciles de manipular. Otro blanco atractivo son los veteranos que están en el ocaso de sus carreras. Todo jugador con problemas económicos es un blanco tentador.
4. Cuantos más jugadores participen, mejor. Cizmek asegura que inicialmente había seis jugadores implicados, pero su contacto le pidió que hablase con otros dos. Ha habido casos en que también el entrenadaor y sus asistentes participaron. La idea es que cuanta más gente esté involucrada en el arreglo, mejor.
5. Mejor en equipos mal clasificados. Si el que pierde a propósito es un equipo malo, no despierta tantas sospechas. Pero si es buen equipo siempre habrá suspicacias. El equipo de Cizmek perdió tantos partidos legítimamente en la primera mitad de la temporada que ser derrotado en otros seis no pareció nada inusual. "Dábamos lástima. Nadie notó nada", dijo el jugador.
6. Elegir bien al rival. Los que arreglan partidos eligen generalmente a equipos sin esperanzas o a otros que tienen mucho en juego, según asegura Cizmek. Su equipo estaba condenado al descenso y era un blanco cantado. Uno de los rivales necesitaba ganar desesperadamente para evitar el descenso, de manera que hacer que su equipo perdiese era una decisión que beneficiaba a ambos conjuntos.
7. No hay vuelta atrás. Cuando un jugador acepta participar una vez en un amaño de partidos queda atrapado para siempre, asegura Cizmek. Las bandas que controlan el negocio amenazan con delatarlo y hacer que le suspendan de por vida. La culpa y la vergüenza, por otro lado, impulsan al jugador a callar. Sus contactos exigen cada vez más y pagan cada vez menos, hasta que el jugador deja de colaborar, se retira o es arrestado.
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