Solo. En la inmensidad de su cancha de juego mental, el pequeño Joseph Odero patea con virulencia el balón. Pases eternos que harían deslucir el juego de cualquier club mundial y donde ni las gallinas se resisten a las fintas. Y tras ellas, llega el orgasmo del gol.
Quizá, el mejor de la corta vida de Odero. Porque de la inexistente pelota, ya no queda ni rastro.
Como este pequeño keniano, decenas de jóvenes dibujan sus sueños de fútbol en los campos imaginarios del chabolismo africano. Son los hijos de la bosta, de la miseria, de la mierda sin eufemismo. Futbolistas sin nombre que campean entre desechos electrónicos. Y aquí, que nadie se atreva a hablar de la eterna (y tópica) sonrisa de África. Porque los cementerios nunca fueron lugar para la alegría.
Kojo Nkansah es uno de ellos. Miembro del R-Stake, equipo de la segunda división B de Ghana, este joven treintañero reside en Agbogbloshie, considerado el mayor vertedero de basura electrónica del mundo.
«Nuestro equipo surgió para dar una oportunidad al barrio. Ahora solo aspiramos a convertirnos en futbolistas profesionales y ganar así el pan de nuestras familias», destaca a ABC el joven. Fundado en 2007, la totalidad del R-Stake está formado por habitantes de este asentamiento chabolista y sus alrededores. No esperen grandes nombres.
Basura electrónica
«La mayoría de residentes del barrio son inmigrantes del norte del país, quienes huían de los enfrentamientos entre las comunidades Kokomba y Nanumba. Por ello, la zona es propensa al crimen. Y los jugadores lo saben», añade Nkansah
En 2009, de las cerca de 215.000 toneladas de productos electrónicos que fueron exportados a Ghana por parte de la Unión Europea -desde lavadoras a ordenadores-, el 70 por 100 eran de segunda mano. Y de todos ellos, el 15 por 100 eran totalmente inservibles (sin embargo, Naciones Unidas asegura que tan solo 50 toneladas de basura electrónica son vertidas cada año en el mundo).
¿Los vilipendiados? Como siempre, los residentes en estos vertederos, quienes no cuentan con las tecnologías adecuadas y las capacidades para el tratamiento adecuado de estos residuos. «Estos desechos tienen una huella ecológica enorme, superior en términos equivalentes a la que produciría un coche», reconoce Ruediger Kuehr, secretario ejecutivo de StEP, una iniciativa de la ONU para resolver el problema de los desechos electrónicos. «El objetivo es convertirnos en autosuficientes para ayudar a nuestras familias (la mayoría trabaja vendiendo comida en los puestos locales), asegura Nkansah, cuyo referente es el campeón francés Montpellier. Un equipo presidido por Louis Nicollin, curiosamente, dueño de una empresa de recogida de residuos y limpieza urbana.
Historias compartidas
«El chabolismo, la miseria... son solo estados mentales que atenazan al barrio. Y mi intención es demostrar que siempre hay una salida».
Quien nos dirige estas palabras es John Ouma Oyoo. Durante más de una década este keniano comandó uno de los principales clanes mafiosos de Kibera, el mayor asentamiento chabolista de Nairobi.
Ahora, sin embargo, Oyoo preside el Kibera Celtic, un equipo de fútbol localizado, precisamente, en su esquilmado barrio. Eso sí, no poco exitoso.
De sus entrañas, por ejemplo, han salido cinco jugadores internacionales sub 17, mientras que la estrella del equipo, Brian Kimechwa Yator, es el actual capitán del combinado sub 20 de Kenia. El caso es similar al de otros asentamientos chabolistas del continente: Del sudafricano Soweto es originario Lucas Radebe. En el «slum» de Clara Town dio sus primeras patadas el liberiano George Weah, mientras que el barrio popular de Yopougon vio nacer al marfileño Didier Drogba.
Ídolos todos ellos del pequeño Joseph Odero, quien entre la miseria de su chabola tan solo espera el premio del gol.
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