sábado, 27 de octubre de 2012

River Plate-Boca Juniors: Historias imborrables del «superclásico»


«Es el clásico más importante del mundo», directo y rotundo, así define Martín Palermo lo que significa un River Plate-Boca Juniors. Y es queel ascenso de los «Millonarios» tras su histórico paso por la Bno solo supuso la vuelta de un grande a Primera División, también y de forma simultánea, trajo consigo la devolución del choque más espectacular del planeta. Pasión desatada a ambos lados de la grada. Cada temporada (o casi, nunca mejor dicho) la ciudad de Buenos Aires marca en rojo dos números del calendario, coincidiendo el primero de ellos este próximo domingo en el Monumental. A pesar de que tanto unos como otros están defraudando en este inicio de temporada, millones de ojos posarán la mirada sobre el verde del estadio bonaerense. Nadie quiere perderse la magnitud de un derbi que guarda historias imborrables desde que un 24 de agosto de 1913 se disputase por primera vez.

El primer «superclásico» profesional terminó antes de tiempo

Corría el año 1931 cuando saltó el primer escándalo entre ambos equipos. El partido, disputado en la antigua cancha de Boca, tuvo que ser suspendido tras la negativa de tres jugadores «millonarios» a marcharse del campo después de ser expulsados. Según cuentan los cronistas de la época, la escuadra de River dominaba con soltura a raíz del tempranero gol de Peucelle, hasta que el partido dio un giro radical cuando el árbitro pitó al filo de la media hora un penalti favorable a los «xeneizes».
La cosa no hubiera pasado a mayores de no haber sido porque tras fallar la pena máxima, el delantero «Pancho» Varallo cogería, hasta en dos ocasiones, su propio rechace estableciendo finalmente las tablas en el marcador. Debido a una falta que nunca fue pitada, los futbolistas de River se abalanzaron sobre un colegiado que acabaría mandando a tres de sus integrantes camino de los vestuarios... o no, ya que ninguno se movió del césped. Ante el estupor general, éste se vio obligado a dar por concluido el partido. Un mes más tarde, se concedió la victoria a Boca. Tiempo después, el propio Varallo revelaríaque sujetó una pierna al portero para poder anotar.

«Penal bien pateado, es gol»

La temporada 61-62 pasaría al recuerdo por la respuesta que el árbitro, Nai Foino, dio a los jugadores de River tras el fallo de un decisivo penalti. Situemos el contexto: Los dos colosos llegaban a la penúltima jornada liguera emparejados en lo alto de la tabla con 39 puntos, por lo que la Bombonera iba a ser el escenario donde se resolviese el campeonato. La tensión previa no podía ser mayor tras unos años donde «millonarios» y «xeneizes» no habían sido capaces de levantar título alguno. El partido comenzó con ventaja local gracias al gol del brasileño Paulo Valentim, lo que aprovechó el conjunto de Boca para dormir el juego hasta los compases finales.
River Plate-Boca Juniors: Historias imborrables del «superclásico»
Pero nuevamente, la historia se escribiría desde los once metros cuando Nai Foino decretó un penalti en favor de River a falta de cinco minutos. Bajo un silencio sepulcral, otro brasileño, Delem, fue el encargado de un lanzamiento que se topó con la estirada del arquero Antonio Roma. La plantilla de River reclamó con insistencia que el cancerbero se había adelantado, recibiendo por contestación la famosa frase del colegiado «Penal bien pateado, es gol». Boca Juniors se convertiría en campeón a la semana siguiente, y desde entonces, Nai Foino es persona «non grata» para los riverplatenses.

La tragedia de la puerta 12

El 23 de junio de 1968 se produjo la mayor desgracia en la historia del fútbol argentino. Obviando el plano deportivo, donde River y Boca firmaron un tedioso empate a cero en el Monumental, aquel «superclásico» será recordado por la muerte de 71 aficionados, aplastados en medio de una avalancha que pudo haberse evitado de no haber estado supuestamente cerrada la fatídica puerta 12.
River Plate-Boca Juniors: Historias imborrables del «superclásico»
El diario Clarín  reconstruyó aquella dolorosa tarde con el testimonio de algunos supervivientes, «en un principio era una avalancha normal, pero después se acrecentó. Iba por el aire, sin tocar el piso. Algo empezó a salir mal. La avalancha se detuvo. Cada vez estaba más apretado. Había gritos de pánico, de mucho miedo. Estábamos uno arriba de otro bajo una terrible presión que no dejaba respirar. Me caí y después me desmayé. ¿Cuál fue el motivo de la tragedia? Nunca lo conocí. Yo me salvé de milagro», describía con voz quebrada el hincha «xeneize» Miguel Durrieu.
Las declaraciones sobre la presunta negligencia se iban sucediendo. Enrique Acuña revelaba «que diez minutos antes del final del partido, la Puerta 12 estaba cerrada. Mi hijo de 10 años se desmayó y quise salir por ahí, pero me vi obligado a subir con el nene en brazos y buscar otra salida. La puerta estaba cerrada, yo la vi. Y para peor, cuando la abrieron, quienes estábamos en las primeras filas nos encontramos con los molinetes. Fue tremendo, señor».
Otros en cambio acusan a la policía de provocar la tragedia, «Hubo agentes que actuaron sobre la gente que se concentraba por la escalera de la Puerta 12, mientras era obstruida por la Policía montada. Allí se produjo el desbande y la tragedia. La puerta estaba abierta y los molinetes, retirados. Yo estaba ahí y doy fe de ello», aseguró en 1988 el ex inspector general de la Municipalidad, Juan Carlos Tabanera. La incertidumbre que rodea al suceso sigue vigente hoy día.

Maradona y el quiebro imposible

River Plate-Boca Juniors: Historias imborrables del «superclásico»
Una noche lluviosa de 1981, Diego Armando Maradona debutó con la camiseta de Boca Juniors en el «superclásico» marcando un gol para el recuerdo. Con 2-0 en el luminoso, la Bombonera estalló de júbilo después de que el astro argentino anotase el tercer y definitivo tanto, poniendo rumbo a la consecución del llamado Torneo Metropolitano. «El Pelusa» recibió el cuero en la frontal del área pequeña, lo durmió con el empeine y ante la salida desesperada del «Pato» Fillol realizó un mágico quiebro, que años más tarde Ronaldinho bautizaría como «la elástica», para colocar la pelota ajustada al palo derecho.
«El gol de Diego fue espectacular. Una escapada de Córdoba por la derecha que termina en centro, él la baja, la mata. Ahí le amaga al Pato, lo deja gateando y trae la pelota hacia atrás, como nunca había visto. Después le aparece Tarantini, que se tira con las manos, y también le amaga para tocársela al otro lado», recuerda su antiguo compañero de equipo Roberto Mouzo.

Un guión de película con Martín Palermo en el papel de superhéroe

En la memoria de todos los «xeneizes» siempre habrá espacio para la vuelta de cuartos de final de la Libertadores allá por el año 2000. El destino quiso que los enemigos más mediáticos del planeta fútbol se enfrentasen a «cara de perro» por un puesto en las semifinales. En la ida, River Plate consiguió sacar rédito a su condición de local arrancando una victoria por dos goles a uno. Resultado demasiado corto para creer que todo estaba resuelto.
Para la vuelta, Carlos Bianchi, técnico por aquel entonces de Boca, meditaba hacer jugar unos minutos a su delantero estrella Martín Palermo que llegaba muy justo tras una grave lesión de rodilla. Preguntado por esta posibilidad, el entrenador de River, «Tolo» Gallego, respondió algo que acabaría lamentando, «si lo pone yo pongo a Francescoli», jugador ya retirado. Con una Bombonera a reventar, el conjunto del «Virrey» dibujó un segundo tiempo magistral y se llevó la eliminatoria de forma histórica. El «Chelo» Delgado a pase de un jovencísimo Riquelme anotaba el primer gol poniendo las tablas en la serie. El propio Riquelme sería el encargado de lanzar un penalti estableciendo tierra de por medio. A partir de aquí, apareció el protagonista de la previa cuando Bianchi decidió meter a Palermo en el terreno de juego.
Trazando un guión de película, el delantero argentino se encargó de cerrar el partido marcando un tercer gol que llevó el delirio a la grada.«Fue el gol más emotivo en el club», expresó emocionado el futbolista. Desde entonces, la grada de la Bombonera recuerda aquella gesta con el cántico: «¡Ponelo al Enzo (Francescoli) la puta que te parió!». Finalmente, aquella Libertadores pasaría a engrosar las vitrinas de Boca.

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